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Breve historia de los autocines

Se dice de ellos que son un icono estadounidense más: como los jeans, las hamburguesas, el béisbol, el rock o la Estatua de la Libertad. Conozcamos un poco cómo empezaron los autocines, verdaderos supervivientes del siglo XX.

Cuando pensamos en un autocine, quizás nos venga a la memoria la escena de una película en la que aparece un autocine propiamente dicho, más que una experiencia propia en este tipo de cine al aire libre. Y es que se trata de una experiencia genuinamente estadounidense, cómo no. Fue en las periferias de la Costa Este de este país donde, desde inicios de los años treinta del siglo XX, empezaron a brotar esta clase de “salas”, si bien no sería hasta finales de la II Guerra Mundial cuando realmente el fenómeno explotó con la expansión de los suburbios.

Así lo refiere Gian Piero Brunetta en su “Historia mundial del cine I. Estados Unidos II” (Akal, 2012), si bien Israel Márquez en “Una genealogía de la pantalla: del cine al teléfono móvil” (Anagrama, 2015) cita como uno de los precedentes del autocine el festival Sun Pictures de Australia, en 1916. Lo describe igualmente -al autocine- como producto de la Gran Depresión: cuenta la historia de Richard Hollingshead Jr., quien pensó en un negocio que aunara estación de servicio con restauración, y donde además se proyectaran películas. La idea era amenizar la espera a la clientela.

Por su parte, Brunetta arroja en su libro el siguiente dato: a principios de los cincuenta, los autocines garantizaban cerca de un cuarto de la recaudación cinematográfica. Su éxito tuvo que ver, según este autor, con el hecho de que fuesen, como la televisión, una adaptación “a las nuevas formas de movilidad y privacidad” y “a una nueva relación entre viaje y disfrute del cine y la televisión”.

mujeres comiendo palomitas¿Se trataba de un recinto pensado para el público familiar? Sí, y para las familias era un ocio barato en un entorno más flexible y relajado para los niños. Aunque fueron los jóvenes quienes se mostraron entusiastas de los drive-in, dado lo que implicaba a la hora de relacionarse. Al fin y al cabo, el coche era un espacio privado donde disfrutar de cierta intimidad, amparada en la relativa oscuridad del autocine que, si bien no era comparable a la sala de cine, sí que proporcionaba, gracias al vehículo en sí mismo, un rincón seguro, al abrigo de miradas ajenas.

¿Y qué clase de cine se podía ver en los autocines?

Los autocines son carne de celuloide. Como recuerda Márquez, aparecen en películas como “Rebeldes” (1983) de Coppola, “American Graffiti” (1973) de George Lucas... ¡hasta en Los Picapiedra! “Los autocines son un icono norteamericano más”, dice. Pero, ¿qué películas programaban este tipo de establecimientos? Este mismo autor cita como primer autocine el Movie Theatre Automovil en Camden (Nueva Jersey); allí se proyectó una comedia británica, “Wives Beware” (1932), dirigida por Fred Niblo.

Cine de serie B, programas dobles, películas de exploitation diversa… hasta porno, están estrechamente ligados a la historia de las proyecciones en los autocines (drive-in) tradicionales. Su época dorada, entre las décadas de los cincuenta y los sesenta del siglo pasado, se vivió, sobre todo, en la América rural. Y sobrevivió al siglo, hasta hoy.

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