Nos desplazamos hacia tierras riojanas, concretamente a la comarca de la Rioja Baja, camino de Calahorra. Parte de su casco antiguo alberga la judería, integrada en la red Caminos de Sefarad desde 2001.
Hemos echado en falta, dentro de nuestras rutas en coche por España, una mirada detenida hacia Sefarad, como se conoce a la península ibérica desde la tradición hebrea (“Sefarad es España”, reza el Libro bíblico de Abdías). Ávila, Barcelona, Béjar, Cáceres, Córdoba o Estella-Lizarra, entre otras, son ciudades que completan el legado judío en nuestro país. El Museo Sefardí de Toledo, el Centro de la Memoria Sefardí de Granada (Garnata al-Yahud), el Centro Sefarad-Israel madrileño… son algunos de los espacios dedicados a la cultura hebraica diseminados por estas ciudades.
La primera incursión en estos itinerarios, de los que existe abundante información en la web de Caminos de Sefarad (asociación creada en 1995), nos conduce hacia La Rioja. Allí se encuentra Calahorra (la antigua Calagurris romana), que cuenta con un barrio judío localizado en la antigua acrópolis -fortificación situada en la parte alta-. En su Catedral se guarda una Torá que resistió los vaivenes de aquel territorio durante siglos y generaciones.
Dentro de las características urbanas de las juderías (callejero estrecho, ondulante y laberíntico, miradores), de ésta habría que destacar el hecho de que sus casas originales sigan estando habitadas. Los nombres de las calles recuerdan la actividad de quienes allí vivían: gente dedicada a la artesanía o las curtidurías.
Aunque en tiempos más prósperos, aquellos sefardíes habrían llegado a ser propietarios de tierras, ocupando puestos funcionariales de cierto relieve, como los de recaudadores de impuestos y administradores (denominados por aquel entonces merinos: que podían ser chicos y mayores, según su responsabilidad).
Romana de origen
Esta ciudad riojana, que vivió su etapa romana, ha quedado, en muchos de sus encantadores rincones, suspendida en el tiempo. Parece, por lo que los historiadores afirman, que la población judía fue abundante en el siglo XIII (un 15 % del total de la época, hasta 600 personas nada menos), y activa como comunidad.
Eso dice la construcción de infraestructuras en aquellos momentos, en la que participaron, como fue el caso de los molinos levantados para aprovechar las aguas del Ebro, en 1320. Hacia finales del siglo XV, después de un siglo de discriminaciones, vendría sin embargo el decreto de expulsión.
¿Qué ver en la judería de Calahorra?
La judería presenta la particularidad de hallarse localizada en la parte más elevada de la villa. En su diario de viajes por Sefarad -un e-book titulado “Las juderías del destierro”-, los periodistas especializados en viajes David F. Sánchez y Beatriz de Lucas Luengo trazan y fotografían un recorrido que parte de la Plaza del Raso de Calahorra y sigue hacia la Plaza del Doctor García Antoñanzas.
Con la mencionada Torá, que permanece en el museo catedralicio a la cabeza (con fragmentos del relato del Éxodo escritos en hebreo)… lo cierto es que el patrimonio documental de esta judería es de una enorme valía.
Rodeada por una muralla, uno de sus lugares más reconocibles es la puerta de la judería: donde se unen en la actualidad la calle Cabezo, la de los Sastres y la Deán Palacios (donde estaba la antigua sinagoga, destruida en 1492). Cuando nos referimos al significado de sinagoga debemos desechar la imagen de una iglesia o templo, y remitir a su expresión hebrea original, bet ha-kenéset (“casa de reuión”, “asamblea”). Si bien también podemos referirnos a su acepción en yidis: “escuela”.