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Adentrándonos en la ruta de los Dólmenes del Areo

Dado que el 2 de noviembre pasado celebramos el Día de los Fieles Difuntos, hemos pensado que la ruta de este mes tendría que ver con una necrópolis. En esta ocasión, visitaremos enterramientos prehistóricos de gran valor.

 

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Dólmenes del Monte Areo

Se dice que fueron los romanos quienes, para ejercitar la caballería, allanaron el monte Areo, una planicie de 265 metros de altitud y siete kilómetros de longitud. Desde este monte, denominado monte de San Pablo también, vamos a realizar un recorrido donde, además de arquitectura megalítica, podemos disfrutar de un área recreativa o practicar senderismo, sencillamente.
 

Según las guías de viajes más detalladas, partiendo desde Oviedo, podremos alcanzar el concejo asturiano de Carreño -de hecho, el monte está entre Carreño y Gijón-. Saliendo de su Iglesia de Santiago de Ambás, giraremos hacia Guimarán. A solo 3,8 kilómetros nos encontraremos con el cruce que asciende a los dólmenes. Concretamente el dolmen de los Llanos y el dolmen de San Pablo.
 

Cofres megalíticos, relatos funerarios milenarios

Es necesario resaltar que este conjunto arquitectónico es Bien de Interés Cultural (BIC) desde 1997, y que el itinerario recomendado va primero hacia la Necrópolis de Los Llanos, el área recreativa del monte, el propio monte Areo, y para finalizar hacia la Necrópolis de San Pablo. Ambos monumentos funerarios están debidamente señalizados, no en vano, son de los mayores de esta clase que se encuentran en nuestro país.
 

Su antigüedad iría de los 5.000 a los 3.000 años, si bien no se encontraron hasta las excavaciones que se iniciaron a principios del siglo XX. Hoy en día se contabilizan cerca de treinta túmulos -o sepulcros levantados de la tierra- por la ladera y la cima del monte. Tales restos han demostrado que el lugar estaba investido de cierta sacralidad ya desde el Neolítico. Lo que resulta fascinante.
 

Camín de la mesa: calzada romana a la vista

Si disponemos de tiempo suficiente, podemos deleitarnos con miradores naturales como el de la Peña’l Carro, desde donde se divisa el valle de Carreño, y la Peña Tocente. Lo suyo es organizar una estancia tranquila y detenerse en cada parada de la ruta con interés por el paisaje y, sobre todo, por el relato de dicho paisaje.
 

Otro punto de interés en la zona está en el denominado ramal del Camín Real de la Mesa, una calzada romana que unía la asentamiento romano militar de la campa de Torres en Gijón con Astorga, y que se extiende a lo largo de más de 56 kilómetros, mostrando localidades pintorescas y, sobre todo, parajes naturales que merece la pena ver. Está repleto, además de estaciones megalíticas.
 

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