Felicidad, tristeza, disgusto, alegría, satisfacción, frustración, miedo… cada una de estas emociones nos atraviesan, como seres humanos que somos. ¿Qué pasa cuando tenemos la obligación de conducir con la emoción a flor de piel?
En este blog se han tocado, en alguna ocasión, temas relacionados con la psicología aplicada a la conducción, como el problema que supone conducir con depresión, por ejemplo. Si nos centramos en las emociones de nuevo será por la importancia de estas con respecto al rendimiento de las tareas, diarias, que realizamos. Una de las más cotidianas es conducir: para hacer un recado, desplazarse al trabajo, recoger a alguien, y un larguísimo etcétera. O para trabajar, como es el caso de los conductores profesionales.
Tanto la irritabilidad como el nerviosismo o la conducta agresiva afectan a la atención que ponemos al volante. E influirán en el riesgo que podamos llegar a correr mientras conducimos. La propia emoción podría llegar a ser fuerte, hasta el punto de hacer que nos olvidemos de que conducir es una actividad que conlleva una responsabilidad enorme. Y es que, ansiedad e ira nos incapacitan para tomar decisiones correctas y realizar maniobras con total seguridad.
César García-Rincón de Castro, en Inteligencia Emocional al Volante: Manual práctico para conductoras y conductores (2021) explica lo terriblemente común que es encontrarse a conductores/as “que han cedido el mando de sus vehículos a sus emociones”. Este doctor en Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca apuesta, en lo que él denomina “tratado de mecánica emocional”, por gestionar adecuadamente las emociones en la conducción.
Atención al volante, empatía hacia los otros conductores
“Somos individuos con un alto componente emocional, influidos por nuestros pensamientos, lo que se traduce en variaciones en todos nuestros actos. Solo las acciones que realizamos de forma automática se libran de ese control emocional”, explica Matías Fonte-Padilla en El tráfico no tiene solución (2010). Pero es que muchos de los accidentes de tráfico más comunes tienen en la falta de atención, fruto de la automatismo, el origen principal. Falta de atención, distracción…
¿Cuántas veces apela la Dirección General de Tráfico (DGT) a la cautela? Prácticamente en cualquier campaña orientada a promover la Seguridad Vial. Sin embargo, más que conducir con tanto celo, de lo que se trataría, también, es de mantener siempre una actitud positiva y empática, en la que cada cual tengamos en cuenta que compartimos carreteras con todos los demás.