La conservación del arte románico catalán ha permitido que podamos disfrutar, a día de hoy, una serie de impresionantes monumentos. Fabulosas iglesias y monasterios conforman un mapa propio para visitar durante el invierno.

Sant Climent de Taüll, por ejemplo, fue el primer hogar donde estuvo uno de los frescos dedicados al Pantocrátor, la representación del Cristo severo del arte románico, deudor de Bizancio (actualmente se encuentra en el Museo Nacional de Arte de Cataluña). Se trata de un templo perteneciente al denominado período lombardo arcaico de mediados del siglo XI, si bien fue consagrado en 1123.
El románico se alzó como primer gran estilo europeo en una era donde la cristiandad unificaba, de alguna manera, al Viejo Continente. Escribe Paco Nadal, en ‘354 lugares de España que no puedes dejar de visitar’ (Grijalbo, 2011), que hace ocho siglos “una serie de canteros de influencias lombardas levantaron en un apartado rincón pirenaico algunos de los primeros rascacielos de la historia”. Aquellos campanarios “altivos y estilizados”, como el de Sant Climent de Taüll, han definido para siempre la comarca. Y para bien.
Vall de Boí en invierno
Ermitas y templos brotan en una de las mejores rutas por España en coche que, durante los meses de frío, sacuden la mirada de la persona forastera con el manto blanco que cubre sus ábsides y techumbres. Santa Maria de Tahüll nos recibe así, muy mejorada después de su restauración en los años noventa del siglo XX, conservando un campanario levemente torcido. Con unas reproducciones de los frescos antiguos que relatan, en su caso, la Epifanía.
Nos toparemos con humildes camposantos (L’Assumpció de Cóll), misteriosos bajorrelieves, altares austeros, estilizadísimas torres (Santa Eulàlia d’Erill la Vall), e incluso con la tecnología puesta al servicio de la historia del arte, con video mappings que recrean virtualmente las pinturas originales del siglo XII (la fascinante iconografía románica, con su poder didáctico).
El Centro del Románico de la Vall de Boí gestiona todo el conjunto románico, que abarca joyas como Sant Joan de Boí, con sus fabulosas pinturas que retratan animales reales y bestiarios del medievo; así como Santa Maria de Cardet y su cripta, o Sant Quirc de Durro, pequeña y sencilla ermita erguida a 1.500 metros de altura cuyo acceso pasa por una pista forestal. La panorámica del valle que se disfruta es impresionante, con el lago de Durro unos dos kilómetros.
Tanto si se realiza en moto como en coche, la ruta es sencilla y circular. Puede, de hecho, completarse en apenas cuatro horas: desde Cóll a Taüll.