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Una ruta por Sefarad (VIII): Hervás

La judería de este municipio cacereño data del siglo XIII, y se compone de un entramado de callejuelas estrechas, arquitectura doméstica con voladizos, balcones… en un increíble esfuerzo por rememorar el vínculo sefardí.

Hace tiempo, cuando creamos esta sección -Una ruta por Sefarad-, hicimos una parada en Cáceres, una de esas ciudades de pasado judío que había que conocer y recorrer de manera obligatoria. Regresamos a la provincia, en esta ocasión, para ir hasta Hervás, municipio con 4.102 habitantes (según su censo de 2017), cuya villa es conocida por su judería. Recordemos que Hervás, antes de ser independiente, perteneció a la localidad salmantina de Béjar, que también está en el itinerario oficial de Caminos de Sefarad, por cierto.

La Judería de Hervás estuvo habitada por esta comunidad hasta la expulsión de los judíos en 1492. Cuando se pasea por sus calles, contemplar sus nombres (Sinagoga, Rabilero, donde precisamente se hallaba la sinagoga…) evidentemente, supone un viaje por esa época. Supone imaginar a las familias de aquel momento, que vivían de la zapatería, la artesanía, la piel, el prestamismo, la medicina… Las casas oficios fueron objeto de restauración, de hecho, a finales de los ochenta, treinta años después de que el barrio fuera declarado conjunto histórico-artístico.

Llegaron a ser tantos israelitas que incluso se acuñó un dicho (“En Hervás, judíos los más”). No podía ser de otra manera, con medio centenar de familias viviendo en una villa de apenas 130 familias. Así, en los registros de la época figuran apellidos como Abenfariz, Calderón, Cohen o Salvadiel…

Una judería bien conservada

Judería HervásA diferencia de otras rutas en coche por España relacionadas con Sefarad, la que conduce a Hervás descubrirá una judería muy recuperada, gracias al esfuerzo del propio pueblo, en un más que digno intento de establecer un lazo amistoso con su pasado hebreo. De ahí que abunden las Estrellas de David y las menorás, como simbología netamente judía que recuerda la convivencia pacífica entre sefardíes y cristianos durante un buen período.

El paseo está repleto de viejas casas, un callejeo sinuoso que llega a estrecharse hasta límites imposibles, un entramado típicamente medieval por la calle Rabilero que constituye la cartografía de la existencia judía y de su posterior adaptación, en tiempos de conversión. La casa de la cofradía, desde la calle del Vado, es un ejemplo de ello: la cofradía era una suerte de tapadera donde la comunidad que quedó tras la expulsión se refugiaba para mantener algunos de sus ritos vivos.

Es importante saber que, si se viaja durante el mes de julio, se podrá asistir al festival Los Conversos -se celebra de manera ininterrumpida desde 1997-, un evento donde se programan diferentes actividades (exposiciones, jornadas, charlas, conciertos, visitas guiadas…) al tiempo que se recrea el momento histórico de la expulsión, en la ribera del río Ambroz. Donde encontraron refugio.

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